El incremento en la prevalencia de las reacciones alérgicas a los alimentos ha convertido este fenómeno en un asunto de gran interés para los pediatras en las últimas décadas. Este aumento se ha observado especialmente en los primeros años de vida, lo que conlleva implicaciones tanto personales como sociales, incluyendo restricciones en la dieta que afectan no solo al individuo afectado, sino también a su entorno familiar y escolar. Además, existe el riesgo de reacciones adversas de diversa gravedad, e incluso potencialmente mortales, como la anafilaxia, que pueden ser desencadenadas por la ingestión accidental de alimentos.

Desde el punto de vista patogénico, las reacciones alérgicas alimentarias se dividen en dos categorías principales. La alergia alimentaria mediada por IgE, que afecta a individuos atópicos con anticuerpos IgE específicos a ciertos alimentos, y la alergia alimentaria no mediada por IgE, cuyo mecanismo inmunológico subyacente aún no se comprende completamente.

La variedad de alimentos implicados en estas reacciones varía según los hábitos alimenticios de la comunidad, pero en nuestra área los principales son el huevo, la leche de vaca, diversas frutas, frutos secos, pescados y leguminosas. Estas alergias pueden manifestarse desde las primeras semanas de vida hasta la edad adulta, y los síntomas pueden variar desde leves a severos, incluyendo desde eritema cutáneo hasta shock anafiláctico.

Es esencial que los pediatras mantengan una alta sospecha clínica ante la aparición de síntomas compatibles con alergia alimentaria, y tomen medidas adecuadas, como la exclusión del alimento sospechoso de la dieta, el tratamiento sintomático y la remisión para un estudio alergológico.

El diagnóstico de alergia alimentaria se basa en la anamnesis clínica y pruebas alérgicas, que pueden confirmar la sensibilización mediada por IgE. Sin embargo, es importante destacar que la sensibilización a un alimento no siempre se traduce en una reacción clínica, y la eliminación innecesaria de alimentos puede incluso aumentar el riesgo de reacciones futuras.

En cuanto al tratamiento, la eliminación estricta del alimento causante y la educación del paciente y su familia son fundamentales. En casos de alergia persistente a alimentos como la leche de vaca y el huevo, la inmunoterapia oral puede ser una opción terapéutica.

Además, los pediatras deben estar al tanto de las últimas investigaciones que sugieren que la introducción precoz de alimentos potencialmente alergénicos puede favorecer la tolerancia y reducir el riesgo de alergias alimentarias en lactantes con riesgo atópico. Asimismo, el cuidado de la piel inflamada en bebés con dermatitis atópica puede desempeñar un papel crucial en la prevención de la sensibilización a alérgenos alimentarios.

Las medidas preventivas desempeñan un papel fundamental en la gestión de la alergia alimentaria, especialmente en la población pediátrica, donde la identificación temprana y la intervención adecuada pueden tener un impacto significativo en la calidad de vida del niño y su familia.

Una de las áreas más relevantes en la prevención de la alergia alimentaria es la introducción de alimentos sólidos en la dieta de los lactantes. Durante muchos años, se ha creído que retrasar la introducción de alimentos potencialmente alergénicos podría reducir el riesgo de desarrollar alergias. Sin embargo, estudios recientes sugieren lo contrario: la introducción temprana de ciertos alimentos, como el huevo, los cacahuetes y el pescado, puede realmente disminuir el riesgo de alergias alimentarias en niños con predisposición genética.

Además, se ha observado que la exposición a alérgenos a través de la piel inflamada, como en el caso de la dermatitis atópica, puede aumentar el riesgo de sensibilización y desarrollo de alergias alimentarias. Por lo tanto, mantener la piel del bebé bien hidratada y controlada podría ayudar a prevenir este proceso.

Otro aspecto importante de la prevención es la educación de los padres y cuidadores sobre cómo identificar los signos y síntomas de una reacción alérgica, así como cómo evitar la exposición accidental a alimentos desencadenantes. Esto puede implicar leer detenidamente las etiquetas de los alimentos, comunicarse con los proveedores de alimentos fuera del hogar y estar preparados para administrar un tratamiento de emergencia en caso de una reacción grave.

En resumen, las medidas preventivas en la alergia alimentaria pediátrica incluyen la introducción temprana de alimentos sólidos, el cuidado de la piel en bebés con dermatitis atópica y la educación sobre la identificación y prevención de reacciones alérgicas. Estas estrategias pueden ayudar a reducir el riesgo de desarrollo de alergias alimentarias y mejorar la calidad de vida de los niños afectados.

En resumen, la comprensión y gestión adecuada de la alergia alimentaria desde la perspectiva pediátrica son cruciales para garantizar el bienestar y la salud a largo plazo de los niños afectados.